En lo profundo de las montañas de Caldas, en Antioquia, se encuentra la pintoresca vereda de San Miguel. Allí, la vida transcurría entre la luz del sol y la oscuridad de la noche, hasta que un día, todo cambió.
Don José, un habitante de San Miguel, recordaba cómo la falta de iluminación nocturna había limitado las oportunidades en su comunidad. Las actividades después del anochecer eran escasas y la economía local sufría por la falta de luz.
Todo cambió cuando una empresa de iluminación solar llegó a la vereda. Instalaron lámparas solares en las calles principales y en lugares estratégicos, como la plaza central y la iglesia. La noche en San Miguel se transformó en un espectáculo de luces brillantes y calles animadas.
Para don José, esto significaba más que solo luz. Significaba la posibilidad de abrir su pequeño negocio de alimentos por las noches, generando ingresos adicionales para su familia. Ahora, las personas de la vereda podían disfrutar de actividades nocturnas, como reuniones comunitarias y eventos culturales, que antes eran impensables.
La llegada de la energía solar había traído consigo un renacimiento económico y social para San Miguel. La comunidad estaba más unida que nunca, y las oportunidades parecían infinitas.
Don José ahora veía un futuro brillante para su vereda, donde la luz solar había encendido la llama de la esperanza y el progreso.
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